jueves, marzo 24, 2011

Del sentido de las cosas


Para qué está la mano, en el lugar que debe ocupar la mano, si no va hacia la sal que sala?
Para qué están los ojos, encandilados o no, si no alcanzan a advertir a otros ojos en busca de la misma mirada?
Para qué está mi boca, estridente o balbuceante, si calla cada vez que el silencio debe ser ejecutado?
Por que, si bien los pies pueden correr hacia la vida, también pueden huir cobardemente para no ser feliz aunque sea durante un suspiro…

Por que, si bien la mano puede utilizar la misma fuerza para hundir el puñal que para tapar el hueco de la herida, tanto las manos como los pies nos hacen creadores de un tiempo que lucha por no ser cómplice de una muerte incandescente.
Por que en tanto que mi boca expulsa palabras, otras callarán para que el oído no se distraiga.
Por que en tanto que una caricia aterrice sobre el paño de la piel, sea esta tersa o curtida según la mano que acaricia, habrá otra mano que en otro cuerpo quiera vengar el roce como si fuera una pelea de cachorros bajo el sol, como si fuera un trueque de placeres, donde un beso vale otro, y así indefinidamente hasta que el negocio a todos convenga.
Por que en tanto que un paso lleve a otro paso nos daremos cuenta que hay tiempo para ir hacia delante, tanto como noche al día y luna al sol.
Por que en tanto mis ojos adviertan tu mirada, servirán para algo millones de años de fuego en un sol que tan solo tiene el compromiso de darle a cada ser la sombra que lo hace posible.

1 comentario:

Patricia Ferreyra dijo...

Es uno de esos textos que, al leerlo, se mete por los vericuetos de las emociones y se cuela por los agujeros que deja la propia existencia en sus vaivenes. Maravilloso, tiene mucha poesía.