lunes, noviembre 28, 2011

Soledad




A veces pude
confundirte con mi sombra,
por tu obcecada esencia
y tu ineludible vigilancia.
En otros tiempos,
he huido de ti en círculos,
o en espirales inversos sin tiempo
que me ponían frente a mi
una y otra vez,
como si nunca hubiera partido
de ningún lugar.
Difícil era identificarte,
ponerte nombre o clasificarte
para delatarte ante los demás.
Cada vez que alzaba mis dedos
para atraparte o, al menos,
señalarte como mi verdugo,
aparecía frente a mi,
mi propia imagen derruida,
señalándome a mi mismo
con pusilánime asombro.
Intenté adjurar espejos
convencido de tu maleficio,
intenté sorprenderte desvalida,
y lloré en hechizos nocturnos
hasta más no poder,
y grité hasta el desvelo
esperando exorcizar tu presencia.


Pero tu estrategia fue certera
y tu insistencia fructífera, 
la tenacidad de tu lucha
me dejó definitivamente frente a mi.
Viéndome sin cortezas
y desmenuzándome  con curiosidad
me rehice a la luz de tu ausencia
y me convertí en tu amante.


La boca que ayer te vociferaba
hoy te besa perdidamente
y la ira que me esclavizaba
hoy es pasión por poseerte.
Los vacíos de la casa
que ayer eran abismos
se convirtieron en cántaros
prolíferos de armonioso silencio.
Saber que no estás
para que pueda sentirte
me abre las puertas al insondable
misterio de tu indeleble ausencia.


Muchos vendrán por ti
para extasiarse o aborrecerte,
y yo te veré partir de pie,
besándote por última vez,
susurrándote suavemente
que ya no te necesito.

Coraza



Como un mantra, en un círculo imperfecto,
tu voz desensilla un semitono de paz, 
se pega al filo de tus manos
y se esconde en el hueco de tus palmas.


Como un grito destemplado, en busca de una pared,
tu garganta ruge un piadoso auxilio,
con la esperanza de convertirse
en el eco infinito de sus deseos.


Como una promesa, de cumplimiento ineludible,
abro mis brazos desnudos de dolor,
para que te sumerjas en el círculo
que comienza en mi corazón
y finaliza en mis manos,
como si una coraza de luz
sellara tu alma
sobre el borde de un sonido.

martes, noviembre 22, 2011

Confesión



Vine hasta aquí sin premura
reservándome el tiempo necesario
para que ese cáliz derramado
en lo suave de la piel
pueda ser bebido de a poco.
Mi épica marcha sobre el llano
será estridente farsa
a la luz de tus sentidos que,
allanados a mi perversión,
dejaron indefensos cada uno
de tus opulentos senderos.


Creí haberte confundido
en medio de la difusa luz,
pero aún así, despejé cada duda
corriendo el riesgo preciado 
de jugar al todo o nada,
convencido de que el todo
eras tu, entera y radiante,
y que la nada era solo eso.


Se que en el trayecto
que disipa nuestras distancias
sacrifiqué alguna corrección.
Obnubilado o no por el objetivo,
conciente o no de mi sacrilegio,
se que algún día estaré
frente a mi mismo, reclamando
el precio de mi insensatez.


He dejado piel donde otros
pusieron fuga cobarde 
o negligente espera del azar.
No pido entonces indulgencias,
cualquier precio que hubiere que pagar
por beber el cáliz derramado en tu piel
será asequible ante la inmensidad
de tu cuerpo incandescente.


Por eso me siento con derecho
a idolatrar cada segundo de paz
que a tu lado florezca despacio.
Por eso esta confesión nada me cuesta,
por que ante ti, a tientas y a ciegas,
estaré el resto de mis noches
dispuesto a gozar de tu juicio.


Aunque la vida se me vaya despacio,
por una palabra que salga de tu boca,
será un deleite profundo
verla partir por ti.